
Hace no mucho, una charla de trabajo se convierte en una tertulia con sabor a medicina y música, y pues dada la fascinación que me implica el tema, acá se los comparto.
Un médico melómano con el que conllevo afinidades y los desatinos con su secretaria (dado el tiempo que absorben estos encuentros) me aseguraba que la música y la salud mental eran un asunto para tratarse a profundidad, y bien, más rápido de lo previsto, otro médico con el que se dio el click por las fechorías de gentes como Arvo Pärt, Tavener, Ligety y demás dementes, me aseguró : "Se nos llama "Bohemios" como una definición de personalidad extravagante. La creencia de que un artista suele padecer alguna alteración mental y por ello comúnmente cae en la drogadicción y el alcoholismo, es una burda justificación de individuos que así explican su falta de creatividad, sin darse cuenta de que no se hacen obras de arte cuando se está demente o intoxicado, sino cuando se está cuerdo, y esta capacidad la tenemos todos en potencia...". Ahí empezó la clavadéz; le sigo.
"Sobre Syd Barret y Brian Wilson -el primero perdiendo la salud mental a temprana hora y el otro acompañado de su psiquiatra y enfermeros a cualquier presentación en vivo- recae la eterna discusión acerca de si la locura fue la causante de su genialidad, cuando la realidad es que estos padecimientos y vicios fueron los causantes de su improductividad en ascenso". Replico la charla tal cual ya que tuve tiempo de absorber parte y también tomar nota; era el momento jaja.
Recientemente leía el galeno a un colega de apellidos Ortíz Quesada, especialista en éste y otros menesteres y pues no es nada nuevo que este efecto en cadena y de boca en boca resulta el más efectivo sistema para compartir.
"Georg W. Friedrich aseguraba que la música sería el lenguaje de la filosofía, si se pudiera pensar con los oídos. León Tolstoi afirmó que la música es tan poderosa, que debía ser reglamentada por el estado". Así, esta compilación se tornaba exahustiva, máxime cuando el punto de partida fue una flauta encontrada en una cueva junto a fósiles de Neandertales, (el objeto cumple ahora entre 42 y 82 mil años de existencia). En resumidas cuentas y abocándonos a la parte medular, actualmente los efectos de la música en el cerebro son arropados por las neurociencias, basando sus descubrimientos y afirmaciones por medio de estudios de imagenología y bioquímica cerebral.
Me llamó la atención un punto en particular y en el que seguramente todos nos identificamos. De niños escuchábamos ciertas rolas y sin importar el paso del tiempo, con una sencilla nota que se nos cruce replicamos toda la pieza; siempre traemos cargando la discoteca mental. Este fenómeno fue en primera instancia el que diera pauta al estudio de las regiones cerebrales y su interacción; la vinculación de la música con el ser humano, prueba fehaciente. La memoria musical está inscrita de forma indeleble en los centros de gratificación mental.
¿Por qué recordamos melodías aún cuando hayamos olvidado el contexto en el que se dieron? Sinestesia, una condición hereditaria. Por eso Adoro a Krupa!!!!
La unión de distintas sensaciones provenientes de diferentes dominios sensoriales, una realidad. El aroma y la voz Materna inspiran hambre o saciedad. De bebés experimentamos sonidos con sabores y olores, "Bermellón picante, sonidos grises", "el rojo con los bajos y el azul con lo agudo". Al paso de los años este fenómeno se aleja de la mayoría de los humanos, ahí es donde entran la zona límbica y el cerebelo, quienes conectan de forma fija la música a nuestra existencia y le dan esa base emotiva.
Se afirma que la Psicoacústica estudia y descubre la esencia de un sistema nervioso enfermo o sano, y para nuestra tranquilidad -en espera de que nunca se nos olvide lo entrañable de una "Limelight" o la magia del "21st. Schizoid Man"-, es una realidad científica que de ancianos, mientras la memoria se nos degrada, los recuerdos sonoros perdurarán estando tácitamente a flor de piel.
¿Por qué disfrutamos tanto este menester? El proceso que desatan las notas, empezando por los lóbulos frontales, genera un efecto tan complejo que desemboca satisfactoriamente en los centros de placer y adicción, los cuales son gestores de la dopamina, un neurotransmisor al que le debemos mucho en esto de los Rocanroles....
Finalmente, nuestra amada música favorece la coherencia social y esto hace referencia a la supervivencia. ¿Qué tal los sonidos regionales y de arraigo?, (Sres. Gasparyan y Selvaganesh, nos quitamos el sombrero). Toda cultura tiene su expresión musical y ésta coexiste con sus habitantes.
Lamentablemente el acelere actual y la tremebunda cotidianeidad privan a las personas del tiempo y dedicación para escuchar buena música; dado lo anterior, otros apegos mayormente superficiales son fácil presa de las masas.
Compongamos pues los ánimos descompuestos y dediquemos cuerpo y alma a esta pasión que nos roba el sueño, finalmente ya sabemos como funcionamos por dentro y cómo es que este ejercicio se proclama saludable e imperecedero.
A ponerle “play” en el acto mis hermanos!!!!
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